19 jul 2006

Sueño-


Ella soñó un lugar. Una pradera, con altos árboles cargados de hojas amarillas, que también alfombraban la gran llanura de plena nada que tan hermosa se veía. Soñó una brisa suave que la despeinaba y un suave murmullo del mar chocando contra los acantilados, a lo lejos. Soñó el cielo celeste, con algunas nubes blancas soñó a dos felices novios, besándose bajo un olmo. Ella caminaba descalza, sintiendo el placer de romper con sus pies las hojas que yacían sobre el pasto. Miraba alrededor y respiraba profundamente, sintiendo que el aire, mas puro que en ningún lugar, llenaba sus pulmones viciados de urbanismos y nicotina. De repente, sintió ganas de correr, y de experimentar ese vértigo de el viento golpeando en su cara, fría y violentamente. Era feliz, era su lugar.
Sin embargo, algo pasó. El cielo se oscureció y la lluvia empapo su cuerpo. Siguió corriendo, pero ya no sentía libertad, sino que su pecho estaba oprimido y tenia la certeza que las nubes del cielo habían invadido su cabeza. Estaba confundida, quería llorar, gritar, volver a su casa.

Su angustia crecía a medida que la lluvia aumentaba. Los árboles perdían mas y mas hojas, hasta quedar completamente desnudos y tristes. Los rayos eran la única luz disponible, ya que el sol estaba tapado por una gruesa capa de nubes, tan negras como la noche.
Estaba sola, en medio de la nada, y completamente ciega. Pensó en cortar su pollera para cubrirse los pies, ya que temía pisar algo que la lastimase, pero luego recapacito, y llegó a la conclusión de que no quería pasar mas tiempo en ese sombrío lugar. Pero, ¿Cómo huiría de ahí?
Caminó lentamente, con los brazos estirados, para no llevarse por delante ningún árbol. Gritó, pidiendo ayuda, recordando que la pareja de novios no estaba lejos de donde ella se encontraba, pero la única respuesta que recibió fue un rayo, seguido de un sonoro trueno, que la aturdió, y la obligó a cubrirse los oídos. Siempre le había temido a los truenos, desde que su mamá le dijo que eran los rugidos de Dios cuando estaba furioso. Era absurdo, y lo sabía, pero su madre la había asustado mucho con eso durante su infancia, hasta generar un trauma, del cual a sus 26 años, todavía le era imposible salir.

Luego de que Dios se callara, destapó sus oídos y siguió su ruta. Ella caminaba rápidamente entre los árboles, pateando dolorosamente rocas y pisando ramitas que raspaban las plantas de sus pies.

Con mucha dificultad, llegó a lo que creía que era un claro. No sentía mas árboles alrededor y además, el viento ahí le pegaba directamente en la cara, sin ninguna intromisión vegetal. Pero la plena oscuridad no le permitió ver donde estaba.
Es imposible que salgas- Escuchó de pronto entre las sombras- Nadie escapa de este bosque. La voz era ronca, de un hombre Si- Grito otra voz, esta femenina- Jamás saldrás de entre este laberinto de árboles. La noche es eterna, y muchos cazadores buscan sus presas para esta noche- Reía la horrible voz. Ella comenzó a llorar, y a correr, sintiendo que detrás muchos pies la seguían. Las hojas crujían detrás suyo. Gritos de éxtasis, gruñidos animales, sonaban en sus espaldas. Si se detenía, iba a ser víctima de esos seres del bosque, que la someterían, o la cenarían, o lo que sea, pero nada bueno, de eso estaba segura.
Corrió durante lo que ella creyó que eran horas. Tropezó un par de veces y hasta sintió una mano, mas fría que el hielo, que la tomaba violentamente de un tobillo. Con una certera patada pudo evadir a la criatura, pero sabía que detrás de el había cientos, miles, de seres mas, que estaban acechándola.

Siguió corriendo. Sentía sus latidos, fuertes, nerviosos y veloces. Sentía su boca seca y sus pulmones vacíos. Sabía que no iba a aguantar mucho tiempo más corriendo. Estaba tan cansada que lo único que deseaba era desfallecer en ese momento, y no sentir más dolor ni miedo.
En plena persecución, un nuevo rayo lo alumbró todo, revelándole un paisaje desolador. Corría directamente hacia los acantilados, y detrás había legión de seres oscuros y de ojos brillantes, que le prohibirían la escapatoria hacia el otro lado. No tenía salida. Parada en el borde del acantilado, a decenas de metros del mar, que ocultaba piedras que sin duda terminarían con su vida, y enfrentada a una jauría de salvajes, primitivos seres con el instinto caníbal en todo su esplendor.
No sabía que hacer, temía los dos finales, hasta que un nuevo trueno, mucho más fuerte que el anterior, la sobresaltó, dio un mal paso, y cayó.

Se sentó de golpe en su cama, con un grito ahogado y sin aire. Sentía su remera transpirada y la cama empapada de su sudor. Vio alrededor y se sintió de nuevo en el refugio de su habitación. La ventana que daba a la avenida, sus cortinas amarillas, la PC, como siempre prendida, el televisor encendido, con la señal de ajuste como protagonista y su ropa, toda apilada sobre un mueble.
Odio las pesadillas- Susurró, mientras se levantaba y ahogaba otro grito, al darse cuenta que sus pies estaban embarrados…

3 comentarios:

Dana dijo...

Antes que nada quiero aclarar que este blog es compartido o, mejor dicho, hemos conformado un staff en donde cierta gente esta habilitada para subir cosas. Por lo tanto, todos o algunos de los cuentos que aparezcan en este espacio son de Juan. Cuando yo postee algo, seguramente, serán notas o entrevistas o alguna boludez.
Con respecto al cuento... me gustó mucho y tal vez, como vos me dijiste, es un poco predicible pero esta muy bien escrito.
Me encantó!

Anónimo dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Nicolás Igarzábal dijo...

Ehhh, maldita publicidad blogística!!!


Y más arriba hay un comentario borrado, eso se llama censura!

(¿?)