19 sept 2007

Lola-


La ventana de la habitación de Lola detenía el incesante viento que azotaba la ciudad. Ella, refugiada entre esas cuatro paredes, se dedicaba a mirar un pequeño libro. En él, figuras de todo tipo se alzaban, troqueladas, sobre sus páginas de cartón.
La historia comenzaba en una casa, donde una pequeña niña dejaba, sin querer, una rebanada de pan sobre una tostadora antigua, de esas que se debían poner sobre el fuego. La página siguiente mostraba un pequeño fuego que salía de las tostadas, que se podía mover por medio de una especie de palanca de cartón que sobresalía de la parte inferior del libro, qué lograba que el estático papel se convierta en una cruel lengua de fuego que bailaba peligrosamente junto a una cortina amarilla. Después, como todos podemos imaginarnos, la cortina se prendía fuego, y la protagonista del cuento miraba con terror la escena. Sus pequeñas manos podían ser movidas por el lector, para lograr el efecto de miedo y asombro en la niña de la historia.
Lola dejó el cuento en esa página. Ya sabía que luego la niña protagonista, en un acto de genialidad, llamaría a los bomberos y que ellos, casi instantáneamente, llegarían a su hogar con su potente coche- bomba y solucionarían el problema, dejando a todos felices. Ella había visto ese libro miles, millones de veces. Pero cada tanto volvía a sus páginas. Había algo en él que la atraía.
Se levantó del suelo y comenzó a revisar un gran baúl que se escondía debajo de su cama. Lo arrastro con mucho esfuerzo y, como si fuera un tesoro milenario de piratas, lo abrió, lentamente, sabiendo lo que iba a encontrar y, al mismo tiempo, esperando sorprenderse con sus muchas riquezas ocultas en el fondo de aquel cuarto.
En vez de galones, había muñecas. En lugar de doblones, podían verse pequeños vestidos pasados de moda que, con cuidado, fue probando en cada una de sus decenas de barbies. También había pequeños caballitos de diversos colores, con imágenes cursis tatuadas en sus lomos: Estrellas, soles y lunas, adornaban a los equinitos policromáticos.
Contra su ventana comenzaban a vislumbrarse pequeñas gotas que se estrellaban contra el vidrio, dejando su efímero rastro en él, recuerdo de su vida en caída y de su muerte violenta, aplastada contra el frío cristal.
Lola juntó todos los juguetes que había tirado. Los volvió a esconder en esa fortaleza que parecía ser la parte inferior de su cama y se levantó. Lentamente, volvió a ponerse los zapatos y, parada en el marco de la puerta vió, con impotencia, el cruel paso del tiempo. Minutos más tarde le diría a su madre que no podía creer que hubieran mantenido su habitación intacta, y luego cenaría con ella, su padre, su marido y su futura hija, dormida en su vientre, futura heredera de todas las aventuras nacidas en la imaginación de Lola.

14 sept 2007

Soltería-


Las cosas cambiaron desde que te fuiste. La heladera dejó de estar llena y el cajón de la ropa está más desordenado. La cama la hago bastante poco… Dormir entre las sabanas arrugadas no es tan malo como parece.
Cuando me levanto, alrededor de las 8 de la mañana, debo hacer mi desayuno. Labor que vos tenías, no se si recordas. Dos tostadas apenas untadas con queso blanco y un café con leche. Hoy, las tostadas se me queman y hace 10 días que se acabó el queso… los 10 días que estuve solo.
Con el tema de la ducha salí ganando. Creo que gasto litros menos de agua bañándome solo que cuando lo hacíamos juntos. Claro… consideremos también debíamos bañarnos dos veces, prácticamente.
No descuento tampoco el beneficio que tengo con el baño. Siempre que quiero usarlo está disponible. Nadie tarda media hora peinándose, maquillándose, o simplemente untándose durante quien sabe cuanto tiempo miles de cremas para miles de cosas diferentes que hasta, creo, se combaten entre sí.
Cuando llego de trabajar, veo los resúmenes de los partidos del domingo, incluso hasta el miércoles. A la noche veo películas de acción y hasta los domingos puedo ver las carreras con el volumen alto.
Puedo quedarme jugando al Winning hasta las 4 de la mañana sin ningún tipo de culpa y puedo alquilar películas en las que no hay sentimentalismos ni dramas eternos. Los balazos son la banda de sonido de mi soledad.
Cuando dejo algo afuera de la heladera, nadie me grita ni me reta. A veces lamento eso, lo admito, porque las gaseosas calientes son tibios venenos para mi arrogancia.
Puedo leer horas y horas, sin nadie que me desconcentre ni quiera concentrar mi atención hacia sí. Puedo acomodar y reacomodar mis dvd y mis libros cuantas veces quiera, y en los lugares que vos no los querías.
Se podría decir que desde que te fuiste estoy viviendo la vida que soñé cuando tenía 15 años. Y por unos días estuvo bien. Pero hoy, esta noche, tal vez extrañe tus quejas por la ropa en el suelo, o la suciedad de la bañadera. Tal vez extrañe ver desperate houswives o algún reality de esos que te gustaban tanto donde los gays le dicen como comer a un cavernícola, o ese de las niñeras vs. Los bebés satánicos.
Se podría decir que esta noche voy a estirarme en la cama como los días, desde que no estás. Pero esta noche, cada vez que toque tu lugar, vacío y frío, Voy a sentir que algo falta en este mecanismo de perfección al que denomino vida. Voy a sentir que me faltás. Voy a sentir que, en realidad, te extraño.